Si hablamos de la tecnología turbo, a día de hoy, nos puede parecer un tema bastante extendido y, sobretodo, controlado por todos los fabricantes de automóviles a lo largo del planeta. Sin embargo, hubo un tiempo en que esa tecnología fue una completa revolución en el mundo del motor iniciada por el Oldsmobile F-85 Jetfire.

Los comienzos de la misma datan del año 1962, cuando el gigante norteamericano General Motors presentó dos nuevos automóviles en su mercado local: el Chevrolet Corvair y el Oldsmobile F-85 Jetfire. Ambos llegarían al mercado con unas pocas semanas de diferencia, siendo nuestro protagonista, el Oldsmobile F-85 Jetfire, el primero en salir al mercado. Posteriormente, otros fabricantes como BMW, Saab o Porsche, sacarían un mayor partido a esta tecnología, dejando en el olvido del mundo del automovilismo que el histórico fabricante americano fue el primero en ofrecer un automóvil en serie equipado con un turbocompresor.

Para este primer acercamiento con la tecnología turbo, El gigante de Detroit, escogería la otrora prestigiosa y actualmente difunta Oldsmobile. Dentro de su gama, elegió como base su modelo compacto, el Oldsmobile F-85, que había visto la luz en 1961. Este estaría disponible en diferentes carrocerías, para esta versión se utilizaría la carrocería cupe dos puertas, denominada comercialmente como Cutlass.

Aunque, técnicamente, la base elegida no presentaba ningún tipo de innovación tecnológica, siendo un vulgar automóvil norteamericano de la época, con suspensiones mediante ejes rígidos en ambos ejes, frenos de tambor o una caja de cambios de tres velocidades. Se presentaba como una base interesante, puesto que su motor V8 “small block” tenía un cubicaje de 215 pulgadas cúbicas (3,5 l) y estaba completamente realizado en aluminio, curiosamente este motor, se convertiría mas tarde en el famoso motor V8 Rover. Seria este apartado, donde trabajarían de manera intensiva, puesto que sería convenientemente modificado para poder acoplársele un turbocompresor desarrollado por el especialista norteamericano Garrett, así como poder soportar su alto ratio de compresión de 10,25:1.

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A falta de los modernos sistemas electrónicos de gestión del motor, los ingenieros, desarrollarían un sistema que inyectaba un líquido llamado “Turbo Rocket Fluid” en la admisión, para evitar la autodetonación. Este sideral fluido, no dejada de ser una mezcla de agua destilada, metanol y un inhibidor de la corrosión. También idearían un sistema de “bypass” que evitaba la entrada en funcionamiento del turbo si el depósito del fluido se quedaba vacio, evitando así que el motor fuese susceptible de sufrir ningún tipo de daño. Con la implementación del turbo, esta mecánica pasaba de rendir 185 CV en su versión normal a unos nada despreciables 215 CV de potencia. Esto provocaba, una ostensiblemente mejora de las prestación del Jetfire, parando el cronometro en 8,5 segundos en el 0-60 mph. Con una velocidad punta de 110 mph (177 km/h), cifras muy respetables para un automóvil de estas características.

Lamentablemente, no se realizaría ninguna modificación importante en el chasis, dejando, dejando así las mismas características constructivas que sus hermanos de gama. Siendo duramente criticado por la prensa especializada de la época, que ponía de manifiesto una puesta a punto deficiente, que no estaba a la altura de las prestaciones de su motor. Estéticamente tampoco se realizaría ningún tipo de modificación, más allá de pequeños cambios, unos asientos diferentes o un manómetro con el que controlar la presión del turbo.

Habitualmente los dueños de este automóvil, se quejaban de falta de potencia, en su mayoría provocados por los propios propietario que había dejado vaciarse completamente el tanque del “Turbo Rocket Fluid” haciendo que el turbo dejase de funcionar por seguridad. Otras veces simplemente se debía a que los conductores conducían de manera tan suave que nunca llegaba a entrar el turbo en funcionamiento. A esto hay que sumar, que el F-85 Jetfire sufriría problemas de refrigeración, un mal endémico.

Desde el punto de vista comercial, el F-85 Jetfire, sería un fracaso, puesto que Además, de la falta de fiabilidad mecánica, la complejidad de los mecanismos de seguridad del sistema para inyección de fluido, y a un precio de venta elevado para la época, constaba cerca de 300 $ más que su homologo sin turbo, llevarían a que  Oldsmobile tan solo vendiera 3.765 unidades en 1962 y 5.842 en 1963, dando así por concluida su comercialización tan solo dos años después de que saliera al mercado.

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Posteriormente, en 1965, General Motors ofrecía a los clientes del Jetfire, un acuerdo para modificar sus automóviles sin ningún tipo de cargo. Esta modificación  consistía en eliminarían el complejo sistema de turboalimentación y reemplazarlo con un carburador, colectores de admisión y escape convencionales. Con esta solución, muchos de los problemas de fiabilidad y rendimiento que habían asolado el coche desaparecieron. Debido a que la gran mayoría de los dueños realizaron esta transformacion, la búsqueda de un Oldsmobile F-85 Jetfire con su motor V-8 turbo original a día hoy, es particularmente difícil, siendo escasos los supervivientes.